Formación y reconfiguración de la clase obrera: debates desde Europa hacia los Andes

 

The Formation and Reconfiguration of the Working Class: Historiographical Debates from Europe to the Andes

 

A formação e reconfiguração da classe trabalhadora: debates historiográficos da Europa aos Andes

 

Alejandro López Valarezo *

 

 


Resumen

La historiografía laboral del siglo XX ha estado marcada por debates en torno a clase, género y transnacionalidad. El objetivo de este artículo es analizar cómo dichos enfoques reconfiguraron la historia del trabajo en América Latina y los Andes. Se trata de una investigación historiográfica, cualitativa y comparativa, basada en análisis crítico de fuentes secundarias, matrices temáticas y técnica hermenéutica. Los resultados muestran la heterogeneidad de experiencias obreras, donde género y etnicidad fueron claves. Se concluye que el caso ecuatoriano ofrece un pivote analítico para repensar categorías universales.

 

Palabras clave: clase obrera, género, transnacionalidad, etnicidad, Ecuador.

 

Abstract

Labor historiography in the twentieth century has been shaped by debates on class, gender, and transnationality. The aim of this article is to analyze how these approaches redefined labor history in Latin America and the Andes. It is a historiographic, qualitative, and comparative study based on critical review of secondary sources, thematic matrices, and hermeneutic techniques. Results highlight the heterogeneity of workers’ experiences, where gender and ethnicity were decisive. The study concludes that the Ecuadorian case provides an analytical pivot to rethink universal categories.

 

Keywords: working class, gender, transnationality, ethnicity, Ecuador.

 

Resumo

A historiografia laboral do século XX tem sido marcada por debates em torno de classe, género e transnacionalidade. O objetivo deste artigo é analisar como tais abordagens reconfiguraram a história do trabalho na América Latina e nos Andes. Trata-se de uma investigação historiográfica, qualitativa e comparativa, baseada na análise crítica de fontes secundárias, matrizes temáticas e técnica hermenêutica. Os resultados mostram a heterogeneidade das experiências dos trabalhadores, onde género e etnicidade foram fundamentais. Conclui-se que o caso equatoriano oferece um ponto de partida analítico para repensar categorias universais.

Palavras-chave: classe trabalhadora, género, transnacionalidade, etnicidade, Equador.

INTRODUCTION

La historia de la clase obrera en el siglo XX ha sido uno de los campos más fértiles para la renovación de la historiografía social y política. En un siglo atravesado por guerras mundiales, procesos de industrialización y desindustrialización, ascenso y crisis de los Estados de bienestar, y transiciones hacia regímenes neoliberales, los trabajadores y trabajadoras no solo fueron protagonistas de la vida económica, sino también agentes de transformación cultural y política. Estudiar su experiencia permite comprender cómo se configuraron identidades colectivas, repertorios de acción y formas de ciudadanía que marcaron el curso de las sociedades contemporáneas (Hobsbawm, 1984; Thompson, 1963).

El debate fundacional lo inauguró E. P. Thompson con The Making of the English Working Class (1963), al proponer que la clase no debía entenderse como una categoría fija ni determinada exclusivamente por las estructuras económicas, sino como un proceso histórico y cultural construido a partir de la “experiencia”. Esta perspectiva dialogó y contrastó con la de Eric Hobsbawm (1984), quien, desde un marxismo más estructural, enfatizó las coyunturas económicas, políticas y sindicales que enmarcaron el desarrollo de la clase obrera. Este contrapunto entre “experiencia” y “estructura” dio origen a una matriz de discusión que marcaría la historia social de las siguientes décadas.

La recepción de estas propuestas en América Latina no fue meramente imitativa. Autores como Juan Carlos Portantiero (1977) en Argentina o Florencia Mallon (1995) en los Andes demostraron que las nociones de formación de clase debían ser reformuladas en contextos de dependencia económica, populismo y heterogeneidad social. En ese proceso, la historiografía laboral se vio enriquecida por la incorporación de la categoría de género como eje analítico, tal como propuso Joan Scott (1986) y como lo desarrollaron trabajos colectivos como los de French y James (1997), que mostraron cómo las relaciones de género reorganizan el mundo laboral y las formas de ciudadanía obrera. De manera paralela, el giro transnacional impulsado por autores como Neville Kirk (2003) y Marcel van der Linden (2008) cuestionó el nacionalismo metodológico dominante, señalando que los procesos obreros se explican mejor si se consideran circulaciones de repertorios, migraciones y corporativismos internacionales.

Este artículo sostiene que la historiografía laboral del siglo XX se ha reconfigurado en torno a tres ejes analíticos entrelazados: la centralidad de la experiencia en la formación de clase (Thompson), la incorporación del género como relación estructural de poder (Scott; French & James) y el giro transnacional que desbordó el marco nacional (Kirk; van der Linden). Argumento que, en América Latina —y particularmente en los Andes—, estas transformaciones adoptaron un carácter singular por la imbricación entre clase, etnicidad y cultura, lo que obliga a repensar las categorías de conciencia, agencia y ciudadanía obrera más allá de los marcos eurocéntricos.

Los objetivos de este ensayo son tres: (i) reconstruir los principales debates teóricos e historiográficos que marcaron el estudio de la clase obrera en el siglo XX; (ii) analizar cómo los giros de género y transnacionalidad reformularon las preguntas clásicas de la historia social; y (iii) situar a la historiografía sudamericana —con énfasis en el caso ecuatoriano— como un aporte crítico al debate global. La contribución principal del trabajo radica en mostrar que la historiografía latinoamericana no se limita a aplicar modelos europeos, sino que produce perspectivas innovadoras derivadas de sus propias especificidades sociales, políticas y culturales.

El ensayo se organiza en siete apartados. Tras esta introducción, el primer apartado revisa la influencia de Thompson y la reformulación de su concepto de “formación de clase” en América Latina. El segundo examina la incorporación de la perspectiva de género en la historiografía laboral. El tercero analiza el giro transnacional y sus implicaciones metodológicas. Luego, se presenta un análisis comparativo de casos sudamericanos (Argentina, Brasil, Chile, Perú y Bolivia), seguido de un apartado que desarrolla el caso ecuatoriano como “caso crítico”. Finalmente, las conclusiones sintetizan los hallazgos y plantean una agenda de investigación centrada en la informalidad, la precarización y la neoliberalización del trabajo en la región.

 

 

MATERIALES Y MÉTODOS

El presente trabajo se enmarca en una investigación historiográfica de carácter cualitativo y analítico-comparativo, cuyo propósito es examinar la evolución de la historiografía laboral del siglo XX a partir de la interacción entre tres giros interpretativos: la noción de experiencia en la formación de clase, la incorporación de la perspectiva de género y el giro transnacional. A diferencia de los estudios empíricos de archivo, este ensayo se construye como una revisión crítica de fuentes secundarias como: libros, artículos académicos y ensayos, que constituyen la base de los debates historiográficos sobre la clase obrera tanto en Europa como en América Latina.

 

Tipo de investigación

Se trata de un estudio de tipo bibliográfico e interpretativo, propio de la historia intelectual y de la historiografía. La investigación se centró en identificar los textos y autores que han configurado el debate historiográfico en torno a la clase obrera, estableciendo un diálogo entre corrientes clásicas: marxismo británico, historia social europea, y sus recepciones y transformaciones en el ámbito latinoamericano. El método adoptado fue el análisis crítico de literatura académica, lo que permitió establecer líneas de continuidad, ruptura y apropiación de marcos teóricos.

 

Esta selección se realizó bajo el criterio de representatividad historiográfica: los textos escogidos son aquellos que marcaron debates, propusieron categorías nuevas o fueron pioneros en la incorporación de dimensiones analíticas (género, etnicidad, transnacionalidad).

 

Técnicas e instrumentos

La técnica empleada fue el análisis hermenéutico-comparativo. En una primera fase, se elaboró una matriz temática con las categorías centrales de análisis: formación de clase/experiencia, género y relaciones de poder, transnacionalidad y circulación. Cada obra fue leída en función de cómo aborda estas dimensiones. Posteriormente, se estableció un diálogo crítico entre los autores, buscando identificar convergencias y tensiones. Esta estrategia permitió construir un mapa de debates y trazar las genealogías conceptuales que dieron forma a la historiografía laboral en distintas geografías.

El proceso se complementó con un enfoque comparativo regional.

 

Se organizaron los casos de Argentina, Brasil, Chile, Perú, Bolivia y Ecuador, siguiendo los ejes de análisis sugeridos por la literatura: regímenes políticos, modelos productivos y configuraciones sociales (clase, género, etnicidad). Para el caso ecuatoriano, se aplicó un criterio de profundización, seleccionando trabajos representativos de su historiografía laboral para presentarlo como “caso crítico”.

 

Relato del proceso

El trabajo siguió tres etapas. En primer lugar, se realizó un levantamiento bibliográfico exhaustivo a partir de bases académicas (Scopus, JSTOR, SciELO, Redalyc, Dialnet). En segundo lugar, se efectuó una lectura analítica y categorización temática, lo que permitió identificar las tres corrientes historiográficas principales. Finalmente, se integraron los hallazgos en un marco comparativo que destaca tanto las influencias europeas como las reelaboraciones propias de la historiografía latinoamericana.

 

 

RESULTADOS

Desde la formación de la clase obrera a la formación de clase en los Andes: Thompson con y contra Thompson

La publicación de The Making of the English Working Class de Edward Palmer Thompson en 1963 constituyó un hito fundacional en la historiografía laboral contemporánea. En oposición a las lecturas deterministas del marxismo estructuralista, Thompson propuso concebir la clase no como una categoría fija ni como un reflejo mecánico de las estructuras económicas, sino como un proceso histórico-cultural. Para él, “la clase acontece cuando los hombres y mujeres, como resultado de experiencias comunes, sienten y articulan la identidad de sus intereses frente a otros” (Thompson, 1963: 9). Esta formulación otorgó centralidad a la experiencia y a la agencia de los trabajadores, subrayando el papel de la cultura y la acción colectiva en la configuración de las identidades obreras.

El debate se enriqueció con la obra de Eric Hobsbawm, quien, desde su trilogía sobre la historia del siglo XIX (1962, 1975, 1987), enfatizó las coyunturas económicas y políticas que enmarcaron el desarrollo del movimiento obrero. Para Hobsbawm (1984), las organizaciones sindicales, los partidos socialistas y las condiciones estructurales de la economía mundial fueron determinantes en la formación de las clases trabajadoras. De este modo, mientras Thompson reivindicaba la experiencia vivida y la cultura como motor de la acción, Hobsbawm subrayaba la importancia de las estructuras y las coyunturas políticas. Este contrapunto, lejos de ser una contradicción irreconciliable, abrió un campo fértil de discusión entre estructura y cultura que marcaría la historiografía posterior (Kaye, 1984).

La influencia de Thompson se proyectó rápidamente más allá del mundo anglosajón. En América Latina, su noción de “formación de clase” fue adoptada como una herramienta útil para superar lecturas economicistas. En Argentina, Juan Carlos Portantiero (1977) y Daniel James (1988; 2000) mostraron cómo los trabajadores peronistas construyeron formas de ciudadanía basadas no solo en demandas materiales, sino también en símbolos de dignidad, identidad nacional y pertenencia política. En Chile, Gabriel Salazar (1990) exploró la historicidad del movimiento popular urbano con categorías cercanas a la experiencia thompsoniana. Y en los Andes, Florencia Mallon (1995) evidenció que la construcción de clase estaba profundamente imbricada con identidades étnicas y comunitarias.

Sin embargo, la aplicación directa del paradigma thompsoniano encontró límites en América Latina. El contexto europeo que alimentó a Thompson se caracterizaba por una industrialización temprana, urbanización masiva y consolidación de un movimiento obrero fabril. En cambio, en América Latina, las economías de enclave, los procesos de industrialización tardíos, el peso del populismo y la persistencia de comunidades campesinas e indígenas moldearon experiencias obreras fragmentarias e híbridas (Kirk, 2003). La “experiencia de clase” debía repensarse para escenarios donde los trabajadores eran simultáneamente campesinos, migrantes e indígenas, lo que producía formas de identidad que no se ajustaban al molde europeo (Rivera Cusicanqui, 1986; Stern, 1987).

El replanteo desde contextos de dependencia y heterogeneidad fue decisivo. Bajo la influencia de la teoría de la dependencia y los debates sobre populismo, se comprendió que la formación de clase en América Latina estaba condicionada por la inserción subordinada en la economía mundial, por la mediación del Estado y por la centralidad de la etnicidad. Autores como Silvia Rivera Cusicanqui (1986), Steve Stern (1987) y la propia Mallon (1995) insistieron en que las luchas obreras en los Andes no podían disociarse de las tradiciones comunitarias ni de las reivindicaciones étnicas.

En Ecuador, esta tensión se refleja en la historiografía laboral desarrollada por Hernán Ibarra (1992), María Cuvi (2006), Ana María Bustos (2015) y Enrique Coronel (2018), quienes han mostrado que el “making” andino fue un proceso atravesado por la simultaneidad de múltiples pertenencias sociales. La clase obrera ecuatoriana se constituyó tanto en fábricas textiles como en comunidades campesinas, bajo la influencia de discursos de catolicismo social y corporativismo estatal. Esto sugiere que el legado thompsoniano, más que ser rechazado, fue tensionado y resignificado, abriendo la posibilidad de pensar la formación de clase como un proceso híbrido y plural.

 

Género y trabajo

La incorporación de la perspectiva de género a la historia laboral supuso una transformación epistemológica. En sus inicios, la historiografía del trabajo se centró en los sindicatos, las huelgas y los partidos, invisibilizando a las mujeres o relegándolas a roles secundarios. La primera reacción fue un modelo de “añadir mujeres”, es decir, documentar su participación en fábricas y sindicatos, pero sin alterar la definición de clase. Como señaló Catherine Hall (1990), incluso la obra de Thompson influyó en la historia feminista sin cuestionar del todo las jerarquías de género reproducidas en las fuentes.

A partir de la década de 1970, este panorama cambió con fuerza. Autoras como Ava Baron (1991) y Alice Kessler-Harris (2007) plantearon que la cuestión no era simplemente incorporar a las mujeres, sino repensar la clase desde las relaciones de género. La categoría de género, formulada por Joan Scott (1986, 1996), mostró que no se trata de una variable secundaria, sino de un principio relacional que estructura el poder social. La historia laboral debía entonces atender a cómo las diferencias de género organizaban salarios, jerarquías laborales, identidades colectivas y formas de ciudadanía.

En América Latina, este giro tuvo un impacto profundo. Ann Farnsworth-Alvear (2000), en Dulcinea in the Factory, mostró cómo en las fábricas textiles de Medellín los códigos de feminidad y moralidad moldeaban la contratación, la disciplina laboral y la resistencia. Las mujeres solteras eran vistas como más “aptas” para la fábrica, mientras que las casadas o madres eran marginadas, reproduciendo desigualdades de género en el mundo laboral. En Brasil, Bárbara Weinstein (1997) analizó cómo la retórica de la “ama de casa calificada” sirvió para legitimar la exclusión de las mujeres de las categorías de trabajo “calificado”, reproduciendo desigualdad salarial.

El sindicalismo femenino y el trabajo doméstico remunerado ampliaron aún más el campo. En Chile y Argentina, investigaciones como las de Elizabeth Hutchison (2001) y French & James (1997) subrayaron que las trabajadoras no podían analizarse solo en el espacio fabril: sus experiencias vinculaban hogar, comunidad y militancia. Este cruce cuestionó la separación entre lo “público” y lo “privado”, mostrando que la clase obrera se construía también en el ámbito doméstico y comunitario.

Así, el paso de “añadir mujeres” a redefinir la clase desde el género implicó una revolución conceptual. La clase dejó de entenderse únicamente en términos de relación con los medios de producción, para ser vista como una construcción atravesada por jerarquías de género y de poder. Como enfatiza Scott (2008), el género organiza lo que se considera trabajo legítimo, estructura la división entre esfera pública y privada, y configura las aspiraciones colectivas. En el contexto latinoamericano, esto se tradujo en la constatación de que no existe una experiencia obrera única, sino múltiples trayectorias atravesadas por género, etnicidad y cultura.

 

El giro transnacional

En las últimas décadas, la historiografía laboral se ha visto atravesada por un giro transnacional, que cuestiona el nacionalismo metodológico. Durante mucho tiempo, la historia obrera se escribió dentro de los límites de los Estados nacionales, como si las experiencias de clase se produjeran en compartimentos cerrados. Sin embargo, los procesos de migración, circulación de repertorios de protesta e influencias ideológicas demostraron que el trabajo ha sido siempre un fenómeno interconectado.

En América Latina, esta perspectiva ha sido particularmente productiva. La migración europea a países como Argentina y Brasil trajo consigo repertorios sindicales, ideologías socialistas y anarquistas, y formas de organización que transformaron los mundos laborales locales (Baily, 1999; James, 1988). En los Andes, las migraciones internas del campo a la ciudad produjeron sujetos híbridos: campesinos que se convertían en obreros textiles o mineros, llevando consigo tradiciones comunitarias que transformaban la experiencia de clase (Mallon, 1995; Rivera Cusicanqui, 1986).

Los populismos latinoamericanos también deben entenderse en clave transnacional. El peronismo argentino y el varguismo brasileño compartieron repertorios discursivos —la apelación al “pueblo trabajador”, la ciudadanía social vinculada al consumo— y formas de corporativismo sindical que, si bien adaptadas a contextos nacionales, evidencian conexiones globales (Torre, 2012; Weinstein, 1997).

Autores como Neville Kirk (2003) han advertido sobre los “promises and perils” de una historia laboral transnacional: si bien permite ver conexiones, debe evitar diluir las especificidades locales. Marcel van der Linden (2008), en cambio, ha insistido en avanzar hacia una historia global del trabajo que incorpore todas las formas de trabajo —asalariado, campesino, esclavo, informal— y que sitúe a América Latina no como una periferia, sino como parte constitutiva de la historia mundial del trabajo.

Este enfoque no solo amplía el marco geográfico, sino que redefine la noción misma de clase. La clase deja de ser una categoría nacional cerrada para entenderse como una construcción atravesada por flujos migratorios, ideológicos y políticos. En el caso latinoamericano, implica reconocer que la clase obrera se formó en la intersección de dinámicas globales y especificidades locales: industrialización dependiente, populismos corporativos, etnicidad y migraciones.

 

Comparativo sudamericano

La historiografía laboral sudamericana evidencia tanto patrones comunes como diferencias significativas. Tres ejes permiten organizar la comparación: régimen político, modelo productivo y configuración social.

En Argentina, la consolidación del peronismo en los años cuarenta dio lugar a una clase obrera altamente organizada y con fuerte presencia en el sistema político. La industrialización por sustitución de importaciones fortaleció a los sindicatos y permitió la construcción de una ciudadanía social basada en el consumo y la dignidad (James, 1988; Torre, 2012).

En Brasil, el varguismo y el Estado Novo promovieron un modelo de corporativismo sindical que integraba a los trabajadores bajo un sistema de control estatal. La industrialización acelerada en São Paulo generó un proletariado urbano, pero con fuertes desigualdades de género y clase (Weinstein, 1997).

En Chile, el sindicalismo minero y la organización de trabajadores textiles y de servicios jugaron un rol central en el siglo XX. Sin embargo, la dictadura de Pinochet (1973–1990) desmanteló gran parte de la organización obrera, imponiendo un modelo neoliberal que reconfiguró radicalmente las condiciones de trabajo (Hutchison, 2001; Winn, 2004).

En Perú, los enclaves mineros y petroleros articularon una clase obrera híbrida, en la que campesinos indígenas se convertían en obreros, sin dejar de estar ligados a comunidades rurales. El velasquismo buscó integrar a estos sectores, pero las tensiones étnicas y sociales persistieron (Mallon, 1995; Drinot, 2011).

En Bolivia, la revolución de 1952 y la nacionalización de las minas colocaron al proletariado minero en el centro de la política nacional. La Central Obrera Boliviana (COB) se convirtió en actor clave, articulando clase y etnicidad en un mismo proyecto político (Rivera Cusicanqui, 1986; Klein, 2011).

Los patrones comunes incluyen la centralidad de la industrialización y del populismo como articuladores de ciudadanía social. Pero las diferencias son notorias: mientras Argentina y Brasil produjeron clases obreras urbanas masivas y organizadas, Perú y Bolivia mantuvieron formas híbridas de clase, donde la etnicidad fue constitutiva. Chile, en tanto, muestra cómo los proyectos neoliberales desmantelaron gran parte de las conquistas laborales.

 

El caso ecuatoriano como “caso crítico”

La historiografía laboral ecuatoriana, aunque menos desarrollada que la de otros países, constituye un caso crítico para repensar las categorías de la historia del trabajo.

En el ámbito fabril, los estudios sobre las industrias textiles de Quito y Ambato muestran cómo el paternalismo patronal, las redes comunitarias y las jerarquías de género moldearon la experiencia laboral (Cuvi, 2006; Bustos, 2015). El mundo artesanal urbano, particularmente la zapatería y panadería, fue analizado por Enrique Coronel (2018), quien mostró la transición de gremios tradicionales hacia formas incipientes de sindicalismo.

El catolicismo social jugó un rol central en la construcción de ciudadanías obreras. A través de círculos y asociaciones, la Iglesia promovió la armonía entre clases y disciplinó moralmente a los trabajadores, pero también les otorgó espacios de sociabilidad y legitimidad (Burgos, 1992). Desde el Estado, especialmente desde la década de 1930, se implementó un corporativismo laboral que reconocía parcialmente a los sindicatos, pero limitaba su autonomía (Ibarra, 1992; Maiguashca, 1994).

Lo más distintivo es la imbricación entre clase y etnicidad. En Ecuador, gran parte de los trabajadores industriales provenían de comunidades indígenas y campesinas. Su identidad obrera se articulaba con tradiciones comunitarias y demandas étnicas, produciendo una conciencia híbrida (Rivera Cusicanqui, 1986; Cuvi, 2006). El “La formación de la clase” ecuatoriano fue, por tanto, un proceso atravesado por múltiples pertenencias sociales, en el que género, etnicidad y religiosidad popular fueron inseparables.

El Ecuador no debe pensarse como un apéndice periférico, sino como un pivote analítico: un caso que permite comprender cómo la formación de clase se da en contextos de industrialización limitada, fuerte peso del catolicismo social y heterogeneidad étnica. Su estudio contribuye a descentrar la narrativa eurocéntrica, mostrando que la clase obrera no es un fenómeno homogéneo, sino un proceso plural y conflictivo.

 

CONCLUSIONES

El recorrido realizado demuestra que la historiografía laboral del siglo XX no puede entenderse desde categorías universales. El legado de The Making of the English Working Class de Thompson fue decisivo al situar la experiencia y la cultura en el centro de la formación de clase, pero su traslación a América Latina evidenció la necesidad de repensar categorías en contextos de dependencia y heterogeneidad. En los Andes, los trabajadores fueron simultáneamente campesinos, indígenas y obreros, lo que convierte la formación de clase en un proceso híbrido y plural.

La incorporación del género transformó este campo al mostrar que no bastaba con “añadir mujeres” a la narrativa obrera, sino que era preciso redefinir la clase desde las relaciones de poder que estructuran lo laboral y lo doméstico. La historiografía feminista evidenció que la ciudadanía obrera está organizada por códigos de género que determinan salarios, jerarquías y formas de militancia, desplazando así la idea de una experiencia obrera homogénea.

El giro transnacional aportó una crítica decisiva al nacionalismo metodológico, situando a los trabajadores en redes globales de migración, ideologías y corporativismos. Argentina y Brasil consolidaron clases obreras urbanas bajo regímenes populistas; Chile mostró la vulnerabilidad del sindicalismo frente al neoliberalismo; Perú y Bolivia revelaron la importancia de las identidades étnicas en la experiencia laboral.

En este panorama, Ecuador aparece como un caso crítico. Su historiografía, centrada en fábricas textiles, artesanado urbano y catolicismo social, muestra cómo la clase obrera se configuró en la intersección entre género, etnicidad y religión. Lejos de ser un apéndice periférico, el caso ecuatoriano constituye un pivote analítico que enriquece los debates globales.

La historia laboral latinoamericana, en consecuencia, no replica modelos europeos, sino que los tensiona y resignifica. Sus aportes son centrales para comprender la diversidad de la experiencia obrera y proyectar nuevas agendas en torno a informalidad, precarización y neoliberalismo en el siglo XXI.

 

 

REFERENCIAS

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